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Las enfermedades autoinmunes

Las enfermedades autoinmunes

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  • junio 18, 2020

Las articulaciones son una parte de nuestro cuerpo vital para poder movernos. Hay 3 tipos de articulaciones: fijas o fibrosas, articulaciones con movilidad limitada o cartilaginosas y articulaciones de movimiento libre o sinoviales.

Las articulaciones que son más dispuestas de enfermar son las de las rodillas, manos, pies, hombros, cadera o codos. Y los dolores más comunes que se dan en nuestro cuerpo son la osteoartritis, la gota y la artritis reumatoide.

Las personas que sufren artritis reumatoide suelen tener también problemas intestinales que llevan arrastrando tiempo. Algunos de estos problemas son: ardor de estómago, gases, inflamación, estreñimiento, diarrea, fatiga, pérdida de apetito o de peso, eructos… Por lo que, si se analizan estos problemas con detenimiento, la artritis reumatoide puede estar vinculada a cualquiera de los síntomas descritos anteriormente, e incluso con problemas digestivos o metabólicos.

El tracto gastrointestinal está expuesto a muchos virus, bacterias o parásitos; pero, además, el sistema digestivo también está expuesto a insecticidas, hormonas, pesticidas, restos de antibióticos, conservantes o colorantes de los alimentos… Además de todo esto, también se encuentra expuesto a otros antígenos, que son sustancias ajenas a nuestro organismo, como el polen, plantas, hongos, bacterias, anticuerpos de las verduras…

El sistema inmunológico es el encargado de protegernos de todas las sustancias que pueden ser dañinas para nuestro cuerpo. Para poder protegernos, tanto el sistema digestivo como el linfático tienen que estar libres de obstrucciones y ser eficaces realizando esta labor. Por ejemplo, los cálculos biliares que se forman en el hígado alteran el proceso digestivo, por lo que hace que haya una sobrecarga de sustancias tóxicas en la sangre y en la linfa.

La artritis es una enfermedad autoinmune que afecta principalmente a las membranas sinoviales. La autoinmunidad es un trastorno del sistema inmunológico el cual desarrolla una inmunidad de sus propias células, y se da cuando los antígenos o anticuerpos (factores reumatoides) se forman en la sangre. Los linfocitos B de la pared intestinal, que son las células inmunológicas, son estimuladas de forma natural y producen anticuerpos (inmunoglobulina) cuando entran en contacto con esos antígenos.

Las células inmunológicas circulan en la sangre, pero algunas de ellas se colocan en los nódulos linfáticos, en el bazo, en el sistema linfáticos de los bronquios, en la membrana mucosa de las glándulas salivales, vagina, útero, glándulas mamarias o en el tejido capsular de las articulaciones. Pero cuando se expone de manera repetitiva a los mismos tipos de antígenos tóxicos, se reduce la producción de anticuerpos, más en concreto en el lugar donde las células inmunológicas se han asentado debido a un encuentro previo con los agentes externos. Estos antígenos que son dañinos para nuestro cuerpo pueden estar constituidos por partículas de proteínas de origen animal que proviene de alimentos en descomposición, por lo que puede haber una actividad intensa microbiana. Este nuevo encuentro con los antígenos aumenta el nivel de anticuerpos en la sangre alterando el equilibro que hay entre la reacción inmunológica y su supresión. El resultado de ese desequilibrio son las enfermedades autoinmunes.

Cuando hay una producción de anticuerpos alta de manera continua en las articulaciones sinoviales, la inflamación se vuelve crónica, por lo que va a producir dolores, deformidades y por consecuencia pérdida de movilidad. Si actúa de manera excesiva el sistema inmunológico producirá una autodestrucción de nuestro organismo, si este proceso se da en el tejido nervioso, se denomina esclerosis múltiple, pero si ocurre en el tejido de algún órgano, se llama cáncer.

El cuerpo se ataca a sí mismo cuando el nivel de toxicidad puede causar más daño que la propia respuesta autoinmune. Cuando las membranas celulares se atascan por las sustancias externas dañinas y por las partículas tóxicas, como los ácidos grasos “trans” que se encuentran en la comida basura, el sistema inmune genera esa respuesta para atacar a todos esas sustancias contaminantes. Por lo que llamar “enfermedad” a esa respuesta defensiva de nuestro organismo no es lo más adecuado.

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